Bailar es quizá una de las actividades artísticas más interpretadas por no profesionales. Todas las personas en algún momento de la vida han bailado o movido el cuerpo al son de algún género musical. Bailar, como en otras ocasiones se ha subrayado, implica socializar, entretenerse, subir el ánimo, hacer ejercicio cardiovascular, aprenderse pasos, estimular las conexiones neuronales junto con la memoria, fortalecer el cuerpo, oxigenarse, ejercitar el equilibrio y el balance y, en suma, mejorar el estado de salud.

En este noviembre, puede que se recuerden o escuchen las canciones típicas de la Revolución que, en su mayoría, guardan la esencia de los corridos tradicionales que son a su vez: “composiciones poético-musicales, que narran distintos acontecimientos, como la vida de personajes históricos o ficticios, combates o relaciones sentimentales; pertenece a la poesía popular mexicana”[1].

Entre las canciones más populares de la Revolución Mexicana se encuentran La cucaracha, La adelita, La Marcha de Zacatecas y los corridos de Benjamín Argumedo, de la decena de Torreón, de la toma de Durango, de la toma de Huejuquilla y del levantamiento de Madero.

Bailar este tipo de canciones revolucionarias se puede hacer en parejas o de manera colectiva, si se es suficientemente creativo y el grupo se presta para ello, siguiendo los pasos sencillos de un lado a otro que se utilizan en la danza, la polka y la contradanza. También se puede bailar como el estilo actual del corrido tumbado[2] y en el fondo el baile implica sentir la música, moverse conforme a ese ritmo que se siente, disfrutar y pasársela bien. Cabe recordar que, se baila no para entrar a concursos sino para mejorar el estado de salud de manera integral.

 

 

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Zadoc Fuentes Marín
Profesor de danza
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[1] https://bit.ly/3AYVKfO
[2] https://bit.ly/3VdOraR

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