Los animales de compañía para las personas adultas mayores pueden hacer la diferencia entre una cotidianidad alegre o una triste. Esto lo logran sobre todo los perros, pero puede tratarse de gatos u otros seres –siempre que dueños o dueñas se comprometan o tengan la posibilidad de cuidar bien, con dignidad y amor, y hacerse responsables por la vida del animal del cual se trate– quienes, con su sola presencia, cariño incondicional y formas de vivir, auxilian a las personas en su buen ánimo, puesto que[1] ayudan a reducir el estrés, la ansiedad, soledad y depresión. Y en este sentido, alimentarlos y cuidarlos fomenta la empatía, la compasión y la responsabilidad; mantienen a la persona activa; pueden reducir el asma; avisan de peligros inminentes; ayudan a desarrollar habilidades de comunicación no verbal (porque ese es su lenguaje) y estimulan el ser amables y cariñosos.

El perro, por ejemplo, fue domesticado por lo menos desde la Edad del Hielo, hace cerca de once mil años, y ha convivido con el ser humano acompañándolo y ayudándolo a través de distintas etapas evolutivas.

La serotonina que generamos por la convivencia continua con los animales de compañía, es algo muy importante para mantener la salud y el optimismo. Una de las precauciones que hay que tener, es que debemos de adoptar al ser vivo idóneo de acuerdo con nuestra movilidad, capacidad para cuidarlo, espacio con el que contemos y carácter o temperamento de ambas partes.

Generalmente, las razas mixtas o mestizas son muy maleables y pueden ser bien educadas, si se respeta el entrenamiento y sus necesidades de paseo y juego, dependiendo de nuestras necesidades. Así que, con mucha responsabilidad y seriedad, habría que considerar, para vivir mejor, contar con la compañía de algún ser vivo no humano.

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Sabrina Valdés

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[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias-45751706

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