Los derechos humanos, tan extendidos por los países democráticos y con deseos de igualdad a lo largo del mundo, se refieren a una vida digna para todas y todos, a lo cual también se le incluye cada vez más la muerte digna.

Independientemente de las espiritualidades o religiones, el bien morir debería de estar al alcance de todas las personas, pero no lo está. El tema ha sido muy polémico, no solamente dentro las iglesias sino también en el ámbito de la ciencia médica.

Sin embargo, a veces en “los procedimientos médicos someten al enfermo terminal al uso de aparatos médicos que lo mantienen vivo de manera artificial, prolongando su agonía y sufrimiento. En atención a ello, se creó la Ley de Voluntad Anticipada (en México), misma que permite a los enfermos terminales decidir si continuar o no con tratamientos que prolonguen su vida”.

La Ciudad de México fue la primera entidad en aprobar esta Ley de Voluntad Anticipada en enero del 2008. Por desgracia, aún no es legal[1] en todos los estados de la república:

“[…] la voluntad anticipada no prolonga ni acorta la vida, respeta el momento natural de la muerte y favorece la atención y los cuidados paliativos al final de la vida, es decir, ofrecer acompañamiento al paciente sin intervención médica durante esta última etapa […]“

Es muy importante que conozcamos sobre este tema desde ya, y seamos previsores de cómo queremos trascender. Y, sí así lo decidimos, debemos dejar por escrito nuestro deseo, avalado con nuestra firma.


[1] https://www.gob.mx/inapam/articulos/ley-de-voluntad-anticipada-el-derecho-a-una-muerte-digna

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