Divorcio en personas adultas mayores
La siguiente dupla puede ser la causante de que hayan aumentado, en las décadas más recientes, los divorcios de personas adultas mayores: primero, la conciencia de que un divorcio puede no significar un fracaso, sino una decisión en favor del bienestar emocional y psíquico; y segundo, las personas adultas mayores ahora suelen tener más libertades en términos de responsabilidades inmediatas (como trabajar para tener casa, comida, sustento y hacerse cargo de las y los hijos).
Segura de que, “hay cambios sociales, demográficos y económicos que favorecen esos divorcios”, la psicóloga española Montserrat Lacalle ha declarado que, “no deben de sorprender estas separaciones puesto que la vejez no es algo separado o fuera del resto de la vida y, desde luego, si hay motivaciones para que las personas jóvenes se divorcien, debe haberlas también para que lo hagan las personas adultas mayores[1].
Son lógicas esas decisiones, puesto que, si la esperanza de vida de mediados del siglo pasado a estas fechas se ha incrementado, con ésta se han vitalizado las emociones, las expectativas, los retos y los objetivos para la realización plena de una vida en lo individual.
Dice para la misma investigación citada la psiquiatra argentina Graciela Moreschi:
“Hablamos de personas saludables, curiosas, activas, que llevan una vida razonablemente satisfactoria, independiente, y que, en el caso de las mujeres, vienen decidiendo cada vez con más libertad sobre sus vidas. Así que si alguien no está satisfecho con su estado civil no se conforma y procura cambiarlo[2]. De todas maneras es de suponer que antes del divorcio se vivieron momentos de “insatisfacción y distanciamiento”, por lo que pudiera ser recomendable que se elaboren psicológicamente esos momentos y así continuar con una saludable reorganización de la vida[3].
[2] Idem.
[3] https://psicogrupo.com/lo-disruptivo/divorcio-puede-positivo/
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