EL CAFECITO

Pues nada, que la abuelita de mi amigo Luis fue a parar al hospital por deshidratación. Y es que a esa abuela, como a muchas otras, no les gusta tomar agua: “es que no tengo sed”, “es que no sabe a nada”, es que “no me la puedo pasar”. Los pretextos son múltiples y las consecuencias también.

Mire, si no toma su litro y medio o dos litros de agua al día se va a estreñir, se le va a secar la piel y le van a salir más arrugas, se va a sentir con sueño o muy cansada. Luego aparecen los calambres, dolores de cabeza y, en algunos casos, se llega hasta los delirios y la inconciencia. El mal aliento, también se asocia a la falta de agua.

Pero veamos el lado amable del agua. Ayuda a la digestión, regula la temperatura de nuestro cuerpo, disminuye el mal aliento, mantiene sanos nuestros riñones, ayuda a evitar infecciones de las vías urinarias, permite que se aprovechen mejor los medicamentos y hasta mejora nuestro sistema inmunológico. Ahora, se trata de beber agua simple, nada de refrescos ni agua con azúcar: consuma agua natural. Muchos de nuestros malestares pueden desaparecer si tomamos agua todos los días, aunque no tengamos sed. Y es que, con la edad, la sensación de sed va disminuyendo casi sin sentirlo. Pero, insisto: hay que tomar agua, aunque no tengamos sed.

Gracias al agua hay vida en este planeta, y nosotras las personas mayores tenemos que ser responsables de nuestra salud y nuestro bienestar. Cada vez que tome un vaso de agua simple recuerde que con ello está tratando bien a su cuerpo.

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