El cafecito

En varios países europeos la soledad ha dejado de ser un problema personal para transformarse en un problema social. En España e Inglaterra se habla de personas mayores sin contacto social o personal por semanas o meses, quienes además del deterioro cognitivo, fallecen en soledad. Sus cuerpos son encontrados días o semanas después de su muerte.

En Japón, en cambio, reportan que durante la pandemia el número de personas mayores muertas por suicidio aumentó, al grado de que hace unos meses se creó el Ministerio de la Soledad, justamente para atender este problema social. Inglaterra fue el primer país en hacerlo en 2018, y en España se han realizado diferentes actividades para paliar el problema.

Si una persona vive sola y mantiene sus contactos afectivos –léase amistades, familiares, toma cursos–, muy probablemente no tenga complicaciones. Sin embargo, el aislamiento y la falta de contacto con otras personas (lo que se ha incrementado por el coronavirus) expone a quien lo padece a una muerte social, a una muerte emocional y, finalmente, a una muerte física; en Europa le llaman “soledad no elegida”. Y son más las mujeres que viven en soledad porque, en promedio, vivimos más que los hombres.

En los países latinoamericanos, dicen, somos más unidos a la familia, atendemos más a las personas mayores, pero yo creo que es un problema que no hemos enfrentado, no hemos estudiado lo suficiente la soledad de la persona mayor, sus costos sociales y emocionales.

Tenemos que trabajar como sociedad no permitiendo el abandono. Y nosotras, las personas mayores, integrándonos al nuevo mundo que nos tocó vivir.

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