La edad es una de las principales causas de discriminación en los trabajos.  Si van a hacer ajustes, empiezan por los “más grandes”; si no quieren pagar grandes liquidaciones, despiden a los de mayor antigüedad; si se desea renovar la planta laboral, normalmente se despide a las personas más viejas. Y claro, la edad es el pretexto ideal para negarte el derecho al trabajo. Derecho humano vigente en muchas Constituciones. 

En algunas universidades, maestros y maestras en edad de jubilación, la retrasan o se niegan a tramitarla porque eso implica perder sobresueldos, seguros de gastos médicos mayores que los llevaría a vivir en condiciones desventajosas después de haber dedicado tres, cuatro o cinco décadas a una institución. 

Durante decenios se difundió la idea de que en la vejez ya no aprendíamos, ya no producíamos, en pocas palabras, ya no servíamos. Los tiempos han cambiado, y ahora que la población envejece más rápido que nunca en la historia de la humanidad y, además, se vive más años, tenemos que cuestionar las creencias respecto al trabajo y las personas mayores, pues muchas de ellas pueden ofrecer experiencia, conocimientos, lealtad, puntualidad, entre otras cosas, por lo que merecen ser apoyadas para seguir creciendo y desarrollándose laboralmente.

Si no damos trabajo a las personas mayores que desean seguir haciéndolo, porque hay quien ya no quiere seguir, y se les paga lo justo por el trabajo devengado, empezaremos a cambiar varios mitos y prejuicios basados en la edad de las personas. Ya lo hemos dicho en varias ocasiones: el trabajo no remunerado y negar el derecho al trabajo provoca dependencia, misma que les cuesta a las familias y al mismo Estado. 

Comments are closed.