La música, una de las bellas artes, es también un buen ejercicio para nuestro cerebro a lo largo de toda la vida, y también hoy, que somos personas mayores. Para empezar, nos produce placer, y muchas de nuestras melodías o canciones favoritas están archivadas con una buena dosis de recuerdos, lo que las hace importantes e influyentes en nuestra vida y estados de ánimo. La programación personalizada de música ha tenido muy buenos resultados en las emociones y conductas de las personas que viven con Alzheimer.

La música es un placer en sí misma, hay quienes se concentran en un solo género y es válido; sin embargo, para nuestro cerebro y sensibilidad es mejor ir explorando diferentes opciones.  No todo es rock, no todo es clásico, no todo es banda, no todo es jazz. Es decir, entre más variedad incluyamos en nuestros gustos musicales, más y mejor actividad tendrá nuestro cerebro y veremos los resultados en nuestro estado de ánimo y nuestro aprendizaje.

La música nos ayuda a relajarnos, a combatir el estrés; la música nos ha servido para enamorarnos, para estimular a un bebé desde el vientre materno; la música nos ha hecho más ligero este encierro protector contra el Covid; la música acompaña a las personas mayores y no tanto, en su soledad; nos acompaña para trabajar, en el transporte público, en la obscuridad de nuestra habitación. Permita que su curiosidad musical le lleve a explorar nuevos sonidos, nuevas letras, nuevas expresiones. Porque como dicen por ahí, “con nuestra música podemos hacer la banda sonora de nuestra vida”.

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