Hace varios años leí un libro titulado El viaje de Norma, en donde nos narran la historia de una mujer de 90 años que enviudó después de 67 años de matrimonio, quien además recibe la noticia de que tiene cáncer. Contrario a lo que muchas personas harían, Norma decide emprender un largo viaje al lado de su hijo y de su nuera. Le sugiero leer el libro para que conozca el fin de la historia. También, hace unas semanas leía una nota que informaba que una abuela quien, junto a su nieto, recorrió 63 parques nacionales de la Unión Americana. La abuela Joy Ryan, de 93 años, cumplió su sueño.

Estos dos ejemplos nos hablan de la importancia de cambiar la manera en que vemos y vivimos la vejez.  Las dos mujeres, de la vida real, se hicieron responsables de sus sueños y viajaron con más de 90 años de edad. Y es que viajar es un gran estímulo para nuestro cerebro: crea nuevas conexiones cerebrales, estimula la memoria, y quizá nos motive a que aprendamos un idioma diferente. Los lugares desconocidos son estímulos que entusiasman nuestro cerebro. Viajar no tiene que ser algo oneroso, ni tampoco significa salir del país: a veces hasta nuestra misma colonia ofrece caminos y rutas diferentes. Dicen que los viajes se disfrutan hasta tres veces: cuando se planean, cuando se viven y cuando se recuerdan. ¡Anímese a hacer un viaje, quizá pequeño, pero que estimule su actividad cerebral y todas sus emociones!

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