“Chango viejo, ya no aprende maroma nueva” afirmaba categórico un viejo dicho mexicano. Hoy ha perdido su vigencia.  ¿Por qué? Porque envejecer, no significa renunciar al conocimiento.  Si bien el proceso de aprendizaje puede ser más lento, no significa que esa capacidad desaparezca. La longevidad ha traído nuevos retos a las sociedades, y entre ellos están las nuevas estrategias de enseñanza-aprendizaje para las personas mayores.

Si antes se hablaba de pedagogía, la enseñanza para menores, hoy se hace imprescindible hablar de Geragogia, la enseñanza para las personas mayores. Hace décadas se generaron muchas creencias que convencieron a las sociedades que las personas adultas mayores ya no podían aprender, que su cerebro había perdido esa capacidad. Hoy sabemos que, manteniendo activo el cerebro toda la vida, podremos seguir aprendiendo hasta que nosotros queramos. Y el aprendizaje puede ser en todas las áreas: ciencia, arte, oficios, idiomas.

El asunto es, primero, cuestionar esas rancias ideas que nos limitaban. Segundo, activar nuestro cerebro con todo aquello que le represente un reto. Y tercero, el mejor, escoger cuál será el área que nos ocupará para seguir aprendiendo.

Mantener activo nuestro cerebro a partir de la educación, el aprendizaje, es un factor protector contra la demencia y para hacer más lento el deterioro cognitivo. Educación y aprendizaje, para integrarnos, para incluirnos, para seguir formando parte de esta sociedad.

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