El miedo es una emoción que nos advierte y nos protege, que nos hace huir o nos paraliza. El miedo también es una emoción que tenemos que conocer para usarla a nuestro favor. Y el Covid nos ha puesto a prueba en los dos últimos años. La desinformación sobre este virus, su evolución, sus mutaciones, nos han mantenido en tensión; pero una cosa es incuestionable: hay alternativas de prevención.

Vivir llenas de miedo es muy desgastante. Estar en tensión nos agota. Por ello pienso en una frase de Rosa Parks, la activista norteamericana que no cedió su lugar en el transporte público a una persona blanca. Ella dijo: “con los años he aprendido que cuando una toma una decisión, el miedo disminuye; saber lo que hay que hacer hace que el miedo desaparezca”. Y nosotros ya sabemos qué hacer: no bajar la guardia. Continuar con el lavado constante de manos o el uso de gel, portar correctamente nuestro cubrebocas y mantener la sana distancia.

Y yo sumaría: pensamientos que sustituyan al miedo y reforzar las acciones que sabemos que nos protegen. La vida sigue; la economía tiene que reactivase; los niños y las niñas deben de disfrutar la vida escolar; tenemos que socializar nuevamente, recuperar los contactos afectivos. Y allí vamos, poco a poco. Los pensamientos que alejan el miedo no lo invocan, si no que, como dice Rosa Parks, saber lo que hay que hacer disminuye el miedo. Y yo le invito a seguirse cuidando, no solo desde el miedo, si no desde el “yo merezco estar bien”, que nos cambia la óptica.

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