El gran problema de los llamados “analgésicos opioides” es que fácilmente generan adicción en las personas que los consumen. Si bien por una parte sirven para aliviar el dolor derivado de tratamientos fuertes, por ejemplo, los que se dan para erradicar tumores cancerígenos, por otra parte, está probado que el cerebro se hace adicto a ellos y ocasionan problemas muy graves en quienes no pueden dejar de consumirlos.

Es altamente recomendable que, si se llega a recetar este tipo de fármacos, se tenga en consideración un plazo perentorio de su consumo y también una estrategia previa para ir reduciendo la dosis en la que se toman.

La adicción, médicamente hablando, se genera porque este tipo de analgésicos “producen un efecto hedónico intenso en el sistema de recompensa cerebral. La exposición repetida a opioides produce neuroadaptación que disminuye el efecto analgésico, produce anhedonia, aparición síntomas de abstinencia y cambios conductuales que pueden gatillar abuso y dependencia”[1].

Hay que recordar que este tipo de analgésicos se utiliza para dolor no crónico, así que, en su propia definición está la contraindicación para tomarlos a largo plazo.

Es importante saber, según la Clínica Mayo, que para prevenir adicciones personales a estos medicamentos (o mal uso por parte de la familia que nos rodea), estas medicinas deben de guardarse en lugares seguros; las que ya no se consuman se deben de llevar a sanatorios o lugares especializados, y también, de preferencia, se deben de consumir por un plazo corto.

 

 

NOTA IMPORTANTE: Recuerde que, si bien APRENDER A ENVEJECER aporta información de fuentes confiables, siempre recomendamos que consulte primero a su médica o médico de cabecera, y que evite automedicarse.

 

 

[1] https://www.elsevier.es/es-revista-revista-medica-clinica-las-condes-202-articulo-riesgo-de-adiccion-a-analgesicos-S0716864019300896

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