Muchas personas adultas mayores experimentan dificultades para tragar. Médicamente, esta afección se denomina disfagia. La disfagia puede originarse por diversas causas y el tratamiento dependerá de su origen. Lo importante es poder detectarla a tiempo.

Principalmente, existen dos tipos de disfagia, cada uno con sus propias variaciones: la orofaríngea y la esofágica[1]. La primera se relaciona principalmente con daños neurológicos (frecuentes en pacientes con Alzheimer o Parkinson) y con algunos tipos de cáncer. La disfagia esofágica tiene varias posibilidades de origen, todos vinculados a problemas directos en el esófago causados por diversas razones, como tumores, problemas musculares, cuerpos extraños, adelgazamiento del esófago, radioterapia, entre otros.

Las consecuencias de una disfagia mal cuidada pueden incluir la malnutrición, posibles neumonías por aspiración y el riesgo de atragantamiento[2].

Para prevenir problemas, es recomendable asegurarse de que las personas mayores siempre coman despacio, mastiquen bien alimentos que estén bien cortados y estén atentas a lo que hacen mientras comen.

Como se menciona en la nota: no todos los síntomas de dificultad para tragar indican necesariamente que se padezca una disfagia grave; en ocasiones, puede tratarse de un episodio aislado debido a una masticación insuficiente de algún alimento[3]:

“La dificultad ocasional para tragar, como cuando comes demasiado rápido o no masticas lo suficiente tu comida, no suele ser motivo de preocupación. Sin embargo, la disfagia persistente puede ser una enfermedad grave que requiere tratamiento”.

NOTA IMPORTANTE: Recuerde que, si bien APRENDER A ENVEJECER aporta información de fuentes confiables, siempre recomendamos que consulte primero a su médica o médico de cabecera, y que evite automedicarse.

[1] https://www.mayoclinic.org/es/diseases-conditions/dysphagia/symptoms-causes/syc-20372028

[2] Ibid.

[3] Idem.

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