Habrá que comenzar por identificar qué significa lo que hoy se llama identidad; en estricto sentido de definiciones conceptuales, identidad es algo “idéntico, o un conjunto de rasgos propios de una persona o de una colectividad que les caracterizan frente a los demás”[1].
Apenas pasada la mitad de la década de los 90, comenzó multidisciplinariamente (desde la filosofía, la psicología, la sociología, el humanismo, etcétera) una reflexión en torno a quién dicta o impone la identidad de las personas, quién la reconoce y quién la expide.
En el caso, por ejemplo, de los documentos de identidad, son los Estados los encargados de emitir este tipo de comprobantes, testimonios escritos de que las personas han nacido y pertenecen a éste u otro país. Por cierto, toda persona humana tiene derecho a tener una nacionalidad, una identidad y de pertenecer a un país. Es increíble, pero algunas personas aún no tienen acceso a documentos identitarios.
Otro tema a reflexionar es el de la identidad de género, tan mencionada en años recientes. Toda persona tiene completo derecho a decidir si quiere identificarse con el género masculino, femenino u otros, transexual, intersexual, queer, lésbico, gay, etcétera, etcétera.
Por lo pronto, la identidad de las personas adultas mayores no tendría por qué ser distinta a la de cualquier otra persona, y toda persona adulta mayor tiene derecho a tramitar la identidad de género que desee, así como a tener a la mano sus documentos identitarios, en orden y vigentes.
Vale la pena acercarse al INAPAM para solicitar más información a este respecto, aprovechando que es idóneo contar con credencial de persona adulta mayor [2].
[1] https://dle.rae.es/identidad
[2] https://www.gob.mx/tramites/ficha/expedicion-de-la-credencial-inapam/INAPAM2791
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