Hay quien dice que la mirada de Carolina Kerlow “avanza siempre en dos frentes (el de la narrativa cinematográfica y el de la pintura)”[1]. Y es que se trata de una mexicana talentosa dedicada a las artes visuales, a la pintura y a la realización cuya vida:

“[…] ha girado en torno a la creación. Comenzó con el teatro cuando estudió en el Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM a mediados de los años setenta, para luego participar en montajes como Asesinato en la catedral, de T. S. Eliot, y Los perros, de Elena Garro. Estudió iluminación con Alejandro Luna y colaboró en varias puestas en escena. Su ópera prima fue Los hijos de la nube (1983), que gira en torno al desierto y al pueblo saharaui. En el 2007 produjo y co-realizó para TV UNAM, con Marcos Límenes, el programa Naturaleza quieta (con más de 10 años de transmisión), cuyo eje temático era la creación de artistas plásticos, cineastas y escritores […]”.

Con recursos del Fonca, logró un mediometraje documental titulado Cada cosa tiene su historia (2012), un tributo a su padre Max Kerlow, que obtuvo una Mención honorífica en el VII Festival Internacional Contra el silencio todas las voces, en la Ciudad de México, y fue parte de la Selección Oficial del XIV Festival Internacional Santiago Álvarez in memoriam, en Santiago de Cuba, 2015”[2].

De su pintura, Arístides Coen ha dicho:

“[…] La manufactura de Carolina Kerlow es la del folclor popular, la del que hace un mural en una marisquería en Tepito, o del que modela y pinta en barro una virgen de Guadalupe que en una feria ambulante se llevará como premio el que derribe con un rifle de municiones unas figuras de plomo […]”

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[1] https://www.jornada.com.mx/2023/08/23/cultura/a03n2cul
[2] https://bitly.ws/37Cv9

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