Era el año de 1969 y en el barrio de Stone Wall, en Nueva York, la policía irrumpió en un bar gay. Esta razia, como diríamos en México, fue resistida por los parroquianos, quienes con mesas y sillas se defendieron. Sus familiares les fueron a buscar y aquello, además de batalla campal, sitio del bar y varios días de negociaciones, terminó con la autorización de reuniones para el grupo de travestis, gays y lesbianas en la unión americana. Eso ya es historia, y por eso en junio de cada año, en casi todo el mundo se conmemora este evento con la marcha por el orgullo gay.
Muchas de las personas que hoy son adultas mayores vivieron en un país donde la expresión de una orientación no heterosexual, les limitaba. No había matrimonios igualitarios, ni marchas gay, ni las diversas expresiones que hoy podemos presenciar. La vida como parte de la diversidad sexual obligaba a la clandestinidad, a la doble vida, y a condiciones que vulneraban los derechos humanos.
Hoy hemos avanzado. Sin embargo, muchas de esas personas adultas mayores siguen viendo limitada la expresión de su sexualidad, para empezar, porque se cree que ésta desaparece con la edad. Nada más equivocado. Gracias a la sexualidad existe la vida y por ello estamos aquí. Pero la reproducción no es su única función, sino una de las tantas formas de tener calidad de vida, para dar y recibir afecto, para dar y recibir placer. Y las personas adultas mayores merecemos calidad de vida, afecto y placer, cualquiera que sea nuestra orientación sexual. ¿No lo había pensado? Ahí se lo dejo para reflexionar.
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