Carl Jung, médico psiquiatra, psicólogo y psicoanalista suizo, dijo: “todos nacemos siendo originales, y la mayoría acaban siendo copias”. Y esto, ¿cómo se nota en la vejez? Muy fácil: cuando no cuestionamos los estereotipos establecidos; cuando envejecemos según cómo nos dijeron que tenía que ser; cuando, a pesar de los años vividos, todavía nos preocupa el qué dirán… Muy pocas personas se atreven a diferenciarse de las demás, pues parece que al pensar, sentir y vivir de formas distintas seremos rechazadas. Entonces la pregunta obligada es: ¿cuándo seremos nosotras mismas?

La vejez nos presenta la gran oportunidad de cumplir muchos de los sueños que se interrumpieron por el trabajo, por alguna enfermedad, por cumplir con los roles de la maternidad o la paternidad, o por falta de tiempo. El ahora puede ser el momento de estrenar sueños, de vestirme como yo quiera, de viajar a donde yo quiera, de salir a bailar, de ser yo.

Complacer a las demás personas nos convierte en sus esclavos. O, como dijo Carl Jung: “acabamos siendo simples copias”.

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