Vivir ocho décadas y seguir ejerciendo una actividad profesional con vitalidad es cada vez más común, como demuestran dos grandes mujeres.

La primera, Cristina Pacheco, fue maestra de muchas generaciones de periodistas. A sus 82 años, lúcida, generosa y creativa seguía frente a las cámaras de El Once. Se detuvo solo cuando su cuerpo se lo permitió, haciendo lo que más amaba: dar voz a los sin voz y entrevistar a las grandes figuras de la cultura de nuestro país.

La segunda mujer es Susana Alexander. A sus 81 años, actualmente está realizando una gira para despedirse de los escenarios, que durará todo el año. Lo hace con la obra “La velocidad del otoño”, altamente recomendable para ver en familia: padres, madres, hijos e hijas.

Tanto Cristina como Susana son ejemplos de mujeres que aman su trabajo y que desde ahí aportan una enorme riqueza a la sociedad. Son mujeres que disfrutan de lo que hacen, que defienden lo que creen y que se retiran con gran dignidad. Tenemos mucho que aprender de estas dos octogenarias a través de su trabajo público. Sin embargo, seguramente existen muchas otras a nuestro alrededor que nos muestran caminos diferentes, evitemos invisibilizarlas. Ellas son mujeres que construyen, que apoyan, que comparten, que se divierten y que disfrutan. Saben que una vejez digna se construye día a día.

 

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