El próximo 8 de marzo se conmemora, no se celebra, el Día Internacional de la Mujer. Y su origen está en aquel incendio en Nueva York que mató a varias trabajadoras textiles en el taller donde laboraban. Muchas batallas se libraron siglos atrás para el respeto de los derechos de las mujeres. Y tenemos grandes avances, sin embargo, todavía nos falta más atención a las mujeres adultas mayores.
Esas mujeres que con su trabajo en el hogar contribuyeron a la economía del país, sin ninguna remuneración. Esas mujeres que llegan con gran desventaja a la vejez, desventaja de salud, de educación, con una economía deficiente. Sin jubilación. Muchas viven todo tipo de violencia dentro de sus propias familias o con sus parejas: violencia física, psicológica, económica y más. Se les considera un peso, un gasto, una presión, olvidando el importante papel que jugaron como educadoras de sus hijos e hijas, como amas de casa, administradoras, choferes, enfermeras, masajistas, cocineras, lavanderas, planchadoras, y todo ese trabajo que se invisibilizó por décadas, pero que hoy sabemos que merecía y merece reconocimiento y pago.
A muchas mujeres en zonas rurales no se les permitió ejercer la tenencia de la tierra; otras no pueden defender a sus congéneres porque los usos y costumbres no les permiten ejercer puestos públicos. Muchas mujeres no se divorcian de su agresor porque no tienen a dónde ir ni de qué vivir. Muchos hijos e hijas se quejan de tener que apoyarles para su alimentación o recursos para mantener su salud. En fin, cierto, las mujeres hemos logrado muchos avances, pero las mujeres adultas mayores de nuestro país requieren más atención y reconocimiento a sus aportaciones, que son más grandes de lo que podemos imaginar.
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