Quizá tenemos que aprender a mirarles de una forma diferente.  A muchas personas les parece que la vejez es una etapa de indiferencia, de incapacidad, insatisfacción, apatía. Pero no es necesariamente así.  Cada vez más personas mayores se interesan en estudiar algún idioma, un oficio, en practicar un deporte. Les entusiasma formar parte de grupos artísticos, de pertenecer a grupos que viajan; habrá quienes disfruten los juegos de mesa, y a otros les interesará trabajar con temas ecológicos o políticos. La vejez no es sólo indiferencia, aunque ésta existe y en ocasiones puede llegar a ser parte de la depresión.

Y les decía que tenemos que aprender a mirarles, a mirarnos, de una forma diferente porque queremos medir su entusiasmo como si fueran jóvenes; su energía como si tuvieran la mitad de años, o les exigimos la velocidad que no muchas personas alcanzan. Tenemos que aprender a mirarlos, a mirarnos, con generosidad, entendiendo que el entusiasmo y la energía se manifiestan de muchas otras formas: con la constancia, el compromiso, la cercanía. Los años nos exigen reinventarnos, y en ello va el reaprender a comunicarnos, a expresar de forma quizá más precisa, cómo nos sentimos. ¿Y la vergüenza? Si, algunas personas mayores quieren hacer cosas nuevas, pero les preocupa “el qué dirán”, “el ya no tengo edad para eso”, “se burlarían de mí”, y es que en esas personas pesan también los estereotipos y los prejuicios culturalmente elaborados sobre la vejez. Ya se los decía, tenemos que aprender a mirarles, a mirarnos, con empatía y generosidad. Tenemos que respetar su lugar en nuestras sociedades.

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