En un siglo y décadas se ha visto un cambio radical en la permanencia de las y los hijos en los hogares de los padres. Primero, se usaba la casa con familia extendida, en la que las y los hijos, por diversas razones, llegaban a vivir en pareja con los padres de alguno de los dos.
Conforme se fue liberalizando y globalizando la sociedad del siglo XX las familias comenzaron a dispersarse más pronto, e hijas e hijos salían en cuanto podían de la casa tutora para trabajar, estudiar, viajar y comenzar a vivir su vida con sus respectivas parejas, solos o con otras familias.
Pocos años antes de la generación milenial, esto comenzó a cambiar de nuevo puesto que, las y los jóvenes se dieron cuenta de que las condiciones de vida se ponían más difíciles económica y prácticamente hablando, y muchas madres y padres no tenían una urgencia aparente de que la descendencia saliera de casa.
Lo que ocurrió con esto fue que, en muchas ocasiones, la permanencia de jóvenes ya más adultos o adultas se volvió onerosa y poco práctica, recargándose la responsabilidad hacia las y los padres que prolongaban el mantenimiento de las y los hijos.
Lo más conveniente, de acuerdo con los profesionales[1] en terapia familiar, es que en el caso de que las y los hijos no puedan o tengan dificultades para comenzar a independizarse, se establezcan cuotas, pagos y responsabilidades muy precisas para que la comunidad familiar goce un equilibrio que se refleje en la salud emocional de todos los que convivan en la misma casa.
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Ángel Rodríguez Fernández
Abogado
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[1] https://www.bbmundo.com/mamas-papas/papas/que-hacer-cuando-los-hijos-no-se-van-de-casa/
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