Empezar un año más de vida, es, como lo dice la palabra, un año que suma. Cuando uno toma conciencia del envejecimiento y su significado, tiene dos grandes caminos: sumar todo lo bueno y lo nuevo que aparece en nuestra vida; o derrotarse, autovictimizarse, darse a la tragedia como única opción. Sin embargo, sumar también necesita de otro elemento, el optimismo, el entusiasmo.
Ya sé que la palabrita está muy desprestigiada. Y buscando explicármela encontré un texto del argentino Alejandro Rozitchner que propone unas ideas que le quiero compartir. “Al entusiasmo uno puede reconocerlo o ignorarlo, darle alas o cortárselas. El entusiasmo es el camino a seguir para encontrarse a sí mismo… encontrar la salida de nuestro propio laberinto. Con el entusiasmo aparece una visión positiva de la vida y del mundo. No para negar los problemas con una visión ingenua, si no para crear una vía capaz de afirmar: pese y a través de los problemas. Aceptar el entusiasmo es aceptar la vía del bienestar. El entusiasmo es la posibilidad de tener problemas y abordarlos de manera que se produzca un crecimiento”.
La opción contraria es el pesimismo, y de eso no hay necesidad de informarle nada, la gran mayoría ya se sabe ese camino. Yo me he propuesto experimentar por este, que parece más lejano y frágil. El optimismo, el ver un año nuevo que suma: descubrimientos, experiencias, emociones, propuestas que al final nos permitan saber que valió la pena arriesgarnos un año más.
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