El eje intestino-cerebro es una comunicación bidireccional entre el cerebro y el intestino que se regula mediante procesos neuronales, endocrinos e inmunológicos, sobre los que destaca la influencia de la microbiota intestinal. Este eje presenta una compleja red de comunicación entre las bacterias del intestino y las neuronas del sistema nervioso central, y en ella tienen una gran importancia los metabolitos producidos por las bacterias de la microbiota, los nervios aferentes y eferentes, como el nervio vago y el sistema inmunitario.
7 cosas que debes de saber sobre el eje intestino-cerebro:
- El número de neuronas presentes en el tracto intestinal es mayor que en el sistema nervioso central: hasta 100 mil millones de neuronas.
- Hay una gran diversidad microbiana en el intestino: contiene más de mil especies, siete mil subespecies y 40 mil bacterias.
- El sistema nervioso entérico se comunica directamente con el sistema nervioso central a través del nervio vago, y la microbiota es capaz de activarlo y desencadenar una respuesta fisiológica y comportamental.
- La serotonina es producida por las células enterocromafines (90% de la reserva de serotonina) que ayuda a controlar la motilidad intestinal, los reflejos secretores, la agregación plaquetaria, el desarrollo óseo y la función cardíaca en la regulación de las respuestas inmunológicas.
- El intestino posee mecanismos de defensa que limitan el acceso de sustancias nocivas al organismo. La barrera más efectiva está constituida por el tejido linfoide asociado al intestino o GALT (Gut-Associated Lymphoid Tissue).
- Es considerado como el órgano de choque, ya que al encontrarse alterada por algún estresor externo ocasiona inflamación crónica y disfunción metabólica.
- Es autónomo, ya que tiene sus propios circuitos neuronales que montan una respuesta acorde a los diferentes mecanismos de “lesión externa”.
Estrategias para cuidar la salud del segundo cerebro
Alimentación adecuada. Una alimentación balanceada y variada incluye probióticos (en alimentos como el yogurt griego y el natural) y prebióticos (granos integrales, plátanos, hortalizas de hoja verde, cebollas, ajo, soya y alcachofas).
Ingesta de agua. Consumir la cantidad adecuada de agua al día –por lo menos un litro y medio– para mantener una sana motilidad intestinal.
Reducir el consumo de antibióticos y desparasitación. El consumo de antibióticos irresponsable y constante ocasiona que la microbiota intestinal disminuya en número –por los efectos mismos del medicamento–, ocasionando una ruptura de la barrera bacteriana intestinal. Por otra parte, el uso innecesario de desparasitantes conlleva una alteración parecida a la de los antibióticos, desequilibrando así el proceso intestinal.
Manejo del estrés y de emociones. El buen manejo del estrés y de las emociones previene alteraciones funcionales en el eje intestino-cerebro, disminuyendo los síntomas intestinales y las conductas anormales. Para equilibrar las emociones se pueden practicar técnicas como el mindfulness, yoga, meditación, tai-chi, etc.
Dormir bien. Para regular el ciclo circadiano (el cronómetro interno que regula la fisiología del cuerpo mediante hormonas y el sistema nervioso autonómico), ya que cualquier alteración de este ciclo ocasiona una anormalidad en la producción de elementos inmunitarios y de secreciones.
ESPECIALISTAS
#LaConversación
Eduardo Calixto
Doctor en Neurociencias por la UNAM
Tema: Aislamiento y soledad ¿cómo afectan a nuestro cerebro?
Correo: ecalixto@imp.edu.mx
#QuieroSentirmeBien
Arlette Ortíz
Psicoterapeuta de familia y pareja
Tema: Los secretos familiares
Correo: pae.arlette@hotmail.com
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