Si bien, todas las teorías psicoanalíticas recomiendan la socialización para obtener una buena salud emocional, se ha comprobado que las personas adultas mayores que tienen acceso a una vida comunitaria, social y activa, gozan de mejor salud en general.

Se ha demostrado que “los programas y actividades relacionados con los encuentros intergeneracionales mejoran la actividad física, cognitiva y social de la población adulta mayor favoreciendo su salud[1]”. Las personas adultas mayores que se encuentran aisladas tienen más probabilidades de caer en depresiones o estados de ánimo bajos.

La convivencia comunitaria promueve las conversaciones, las amistades, el compartir experiencias, anécdotas y conocimientos, lo cual estimula las conexiones neurológicas y la creación de nuevos caminos cerebrales al conocer gente nueva o hacer cosas diferentes. Asimismo, este tipo de convivencia erradica los sentimientos de soledad e incrementa la producción de serotonina al sentirnos queridos, escuchados y tomados en cuenta.

Si la convivencia comunitaria, además, se da de manera intergeneracional, se logran atravesar formas culturales y de pensamiento diferentes que nutren tanto a las personas adultas mayores como a quienes sean sus interlocutoras.

Una recomendación clave para el público en general es que si se tienen cerca personas adultas mayores en casa, compartan tiempo con ellas, escúchalas, aprende de ellas; o bien, si tiene oportunidad de visitarles en algún asilo o albergue, hay que hacerlo, porque se puede aprender mucho de este grupo etario y, al mismo tiempo, las personas adultas mayores se sentirán escuchadas y motivadas.

 

 

 

 

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