Algo muy común cuando se es persona adulta mayor, es que quienes nos quieren y procuran deseen tomar decisiones por nosotras o nosotros en aras de cuidarnos, protegernos, velar por nuestra salud. Sin embargo, nada más complicado que ceder los grados de autonomía o independencia que se han venido obteniendo y ganando a lo largo de la vida. De hecho, toda la infancia, adolescencia y juventud tienen como meta principal, y como indicador fundamental del desarrollo integral de la persona, alcanzar la autonomía e independencia. En otras especies animales esto no es tan relevante, puesto que casi desde que nacen son autónomos, pero no los seres humanos: un bebé humano no podría sobrevivir sin el cuidado de otras personas.
El derecho a la autonomía de las personas adultas mayores no es sólo una reflexión de buena voluntad o una obviedad, sino que está inscrito en el Catálogo de derechos humanos, el cual debe de respetarse y hacerse valer[1]:
…Las decisiones compartidas, con la participación de la persona adulta mayor y de todos quienes le conocen bien, permiten respetar su autonomía. Lo que esta persona pueda decidir dependerá de su capacidad, en un concepto de capacidades parciales que permitan tomar decisiones de complejidad variable…
Es importante hacer mucha conciencia del valor de la independencia y autonomía para no arrebatarla a las personas adultas mayores que nos rodean, quienes requieren nuestro apoyo. Incluso se puede procurar colaborar con una estructura que apoye, estimule y fomente física, emocional y mentalmente las posibilidades de autonomía de nuestros seres queridos, lo cual puede lograrse al brindar habitaciones más ordenadas y desprovistas de dificultades para su movilidad, e incluso con personas cuidadoras que les hagan sentir más independientes.
[1] https://medicina.udd.cl/centro-bioetica/noticias/2010/11/15/autonomia-del-adulto-mayor/#:~:text=Las%20decisiones%20compartidas%2C%20con%20la,decisiones%20de%20complejidad%20tambi%C3%A9n%20variables.
Comments are closed.