Envejecer con calidad de vida no significa atender solamente los aspectos físicos: alimentación, ejercicio y buena hidratación, sino también alimentar nuestro cerebro con buenas ideas y optimismo. Se habla con frecuencia de que la longevidad va acompañada de ese elemento, el optimismo, el cual tenemos que aprender a desarrollar. Algunos estudios de universidades, como la de Boston, lo asocian a una vida más longeva, que va más allá de los 85 años.

Cuando llegamos a la vejez puede invadirnos una pesada nostalgia que idealiza el tiempo pasado, las vivencias con las personas que ya no están entre nosotros, y nos refugiamos en la célebre pero arriesgada afirmación que asegura: “todo tiempo pasado fue mejor”, pero esta frase nos paraliza frente a los numerosos estereotipos negativos que hay sobre la vejez. El optimismo, en cambio, nos lleva a esperar cosas positivas del futuro, a mirarnos con generosidad, a visibilizar la vejez no como un periodo de decrepitud, sino como una etapa para disfrutar y evolucionar. “El optimismo es un buen instrumento de adaptación para los retos de la vida”, nos dice Inmaculata De Vivo en un artículo especializado, y varios estudios dicen que el optimismo es un gran aliado de la salud, de la creatividad y de la capacidad de adaptación. Algunos estudiosos del tema han llegado a afirmar que mirar la vejez con optimismo nos aporta 7 años más de vida, ¿será? Quizá no nos toque confirmarlo, pero lo cierto es que mirar nuestra vida de personas mayores con optimismo es una herramienta que debemos de alimentar, ejercitar y dejar crecer.

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